La realidad y el mito en Descubrimiento, pacificación y población de la Provincia de Santa Marta y Nuevo Reino - Ni con pequeño trabajo, ni con pequeño favor de Dios - Libros y Revistas - VLEX 588766206

La realidad y el mito en Descubrimiento, pacificación y población de la Provincia de Santa Marta y Nuevo Reino

AutorMaría Eugenia Hernández Carvajal
Páginas58-85
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3. La realidad y el mito en Descubrimiento,
pacicación y población de la Proincia de Santa
Marta y Nuevo Reino
En el presente capítulo nos acercaremos un poco más al pensamiento de nuestros
cronistas a través del análisis relato de la crónica, reconociendo la riqueza etnográca
que posee. Intentaremos ver cuáles son los mitos que construyeron de sus vivencias
y cuál es la realidad que subyace en ellos. Cabe aclarar que en este trabajo cuando se
habla del mito se hace referencia a la imagen que se construye del conquistador
como “hombre excepcional e iniciador de la civilización en la América española” re-
tomando la propuesta del historiador norteamericano Mathew Restall en su trabajo
sobre los siete mitos de la conquista española (Restall 2004). También veremos
cómo en la construcción ciertos relatos biográcos se puede evidenciar una posi-
ción crítica de Aguado y Medrano frente al comportamiento de los miembros de las
huestes españolas en el proceso de conquista y “pacicación”, donde se contrasta la
imagen del hombre excepcional, del héroe fundador, con la del villano, suma de todas
las miserias humanas. Por último, veremos algunas opiniones de nuestros cronistas sobre
por qué es más difícil convertir a los que viven en lugares donde aparentemente no
hay gobierno y cómo por un milagro se convirtió todo un pueblo.
Los grupos de conquistadores que llegaron a lo que llamaron la Tierra Firme
del Nuevo Mundo traían muchas expectativas sobre lo que iban a encontrar, pues
viajaban a enfrentarse con lo desconocido, situación que les provocaba temor y
ansiedad. Es necesario tener en cuenta que, al contrario de lo que se ha creído,
ninguno de los hombres que acompañaron a Cortés, Pizarro o a uesada, entre
otros conquistadores, eran militares en el sentido moderno de la palabra, pues no
tenían tal formación profesional y mucho menos recibían un salario por este desem-
peño.1 Por esta razón, podemos decir que la mayor parte de su experiencia la habían
1 Para un análisis de los grupos de conquistadores que llegaron al Nuevo Reino de Granada ver: Ave-
llaneda 1975.
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La realidad y el mito en Descubrimiento, pacicación y población de la Proincia de Santa Marta y Nuevo Reino
adquirido en las luchas contra los habitantes de las Antillas durante las primeras
décadas del siglo  (Restall 2004, 59-79). De este modo, llegaron preparados a
Tierra Firme para enfrentar una guerra en otras tierras desconocidas de América.
Para muchos era necesario someter por las armas a las sociedades indígenas que
encontraron, pues la esperanza de estos hombres era encontrar riquezas en metales
preciosos y no tratar primero de convertirlos a la fe cristiana. Esta situación generó
dos tendencias en cuanto a la percepción del proceso de conquista. Por un lado es-
taba la posición que predominaba dentro del clero, que defendía el argumento
de que los nativos debían ser convertidos en primer lugar, antes de ser sometidos
por las armas. Por otro lado, estaban los grupos de conquistadores que defendían
la conquista a través de la guerra.
Tenemos claro que hubo varios debates complejos que sustentaron estas dos
posiciones. Ambas tendencias hicieron acopio de sucientes argumentos brinda-
dos por los teólogos y juristas que se han presentado a lo largo de este trabajo. La
mayoría de los conquistadores optó por defender el sometimiento de los indios
mediante la guerra, como castigo por los actos que cometían contra la ley natural.
Según ellos, una gran parte o todos los grupos indígenas de América llevaban a cabo
prácticas abominables y era necesaria la intervención inmediata de un pueblo “ci-
vilizado”. Este modo de percibir el proceso de conquista entraba en contradicción
con los argumentos del clero y particularmente con los de Bartolomé De las Casas.
También con algunos intelectuales, como Juan Luis Vives, quienes habían hecho
cuidadosas exégesis tanto de la teoría de Aristóteles como de la teología tomista y
agustiniana, en las que se expresaban fuertes ataques contra la guerra y se criticaba
a quienes la consideraban como una actividad honorable. En este sentido, se mos-
traba un evidente desacuerdo con el humanismo español, porque esta corriente de
pensamiento concedía la misma dignidad al trabajo intelectual que a la guerra, lo
que contrastaba con el humanismo desarrollado en el resto de Europa, que conde-
naba la guerra y exaltaba la actividad intelectual como la más digna del ser humano
(Branding 1991, 73 y 101).
Un personaje que nos sirve como ejemplo de la inuencia de este humanis-
mo español es Gonzalo Jiménez de uesada pues, así como lo hacían muchos
otros conquistadores, consideraba que el ocio de la pluma y el de las armas eran
igualmente dignos. Recordemos que uesada escribió hacia 1567 una obra para
defender esta posición, llamada el Antijoio, ya que iba dirigida contra el huma-
nista italiano Paolo Giovio, representante del punto de vista contrario. El licen-
ciado mostraba cómo en el mundo y especialmente en Italia se había encendido la

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