Religión, fuerza del siglo XXI - Núm. 104, Julio 2005 - Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas - Libros y Revistas - VLEX 214084761

Religión, fuerza del siglo XXI

AutorCarlos Alberto Patiño Villa
CargoMagíster en Estudios Políticos de la UPB
Páginas226-240

Carlos Alberto Patiño Villa1

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La tesis que se expone en este artículo es que la religión es parte activa del mundo contemporáneo, aunque incomprendida en sus alcances, formas, e incluso en su significado y repercusión histórica, por el conjunto de las ciencias sociales, entendidas como productos del positivismo y la Ilustración 2. La religión es una fuerza indeleble, la cual sólo se debe mirar con una clara comprensión antropológica e histórica para entender sus alcances, y descubrir que el mundo moderno no ha logrado eliminarla 3. En este sentido también se expone que es superficial, cuando no ingenuo, sostener que el actual auge de la religión es producto de la globalización, pues tal interpretación sólo tiene sentido en las universidades y los medios de comunicación occidentales, tan limitados en su percepción del mundo.

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En su novela "Un puente sobre El Drina" 4, Ivo Andric 5, retrata la creación de un nudo humano llamado zona balcánica, en el que están de manifiesto las condiciones y los carácteres sociales e individuales creados en una región dominada por su papel de intersección entre culturas, imperios, religiones, costumbres, lenguas, tecnologías, modelos de sociedad y, en los últimos decenios, naciones que compactan todo lo anterior, como ínsulas dentro de una constelación abigarrada, cerrada, construida eternamente sobre sí misma.

El relato se desarrolla en una pequeña ciudad de la actual Bosnia-Herzegovina, llamada Visegrad, y el escenario que permite construir la historia de la ciudad y las historias de las generaciones que la habitan por varios siglos, es el puente que la conecta con el mundo, pues permite franquear el paso sobre el caudaloso y turbulento río Drina. El puente es casi el narrador, en ocasiones parece edificarse a sí mismo sobre el relato, y sobre una fantástica alusión a la maravilla arquitectónica que supuso su levantamiento, es el escenario central de todo lo que acontece a su alrededor.

La historia, que se inicia en la transición del siglo XV al XVI, termina en el año de 1914 en medio de las guerras entre Austria-Hungría y Serbia, a causa del asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa. El escenario de conclusión comporta tres características internas a la novela y una paradoja temporal y política para los que ahora somos sus lectores. Entre las características propias de la novela se debe destacar que: Uno, la población de origen serbio, dentro de Visegrad, y de acuerdo con lo que se denomina los signos de los tiempos, siendo tanto seguidores de los popes, sacerdotes de la iglesia ortodoxa griega, como de la iglesia ortodoxa con cabeza en Belgrado, se convierten en

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nacionalistas, entre radicales y furibundos. En esto podemos decir que implícitamente Andric le concede la razón a Adrián Hastings 6, en el debate que formó con Eric Hobsbawm a finales de la década anterior, en el que formulaba que el nacionalismo ha sido un asunto básicamente cristiano, y con una historia creada desde la baja edad media.

Dos, la población musulmana, todavía aturdida por la forma como se dio la ocupación austríaca a finales del año 1878, convirtiéndose aceleradamente en ciudadanos extranjeros, no sienten ninguna inclinación por el nacionalismo, y si acaso sólo actuarían en un marco estrecho, definido entre la venganza, el temor y la lealtad al Sultán y al Imperio Otomano. Los musulmanes sienten el rigor y viven la tragedia de pasar de ser ciudadanos de primera clase bajo el poder del sultán, a ser extranjeros de un imperio cristiano. Es decir, son desplazados de su estatuto jurídico-político, perdiendo con ello su condición de actores de la vida de Bosnia-Herzegovina para convertirse casi en refugiados sin patria.

Tres, para los observadores musulmanes, aunque los cristianos son de una misma calaña, son diferentes aquellos que eran sus vecinos de aquellos que venían de un lejano imperio, y en nombre de un orden universal y moderno. Eso es lo que vagamente les permite explicarse el solapamiento entre diversos poderes cristianos, entre los que no es menos importante el papel de Rusia, cuya influencia también está presente en las diversas formas de guerra y enfrentamiento balcánico.

Como observación externa, en tanto que lector posterior de la novela como obra e incluso de la narración del autor, a un paso entre la ficción y la reconstrucción histórica, es impresionante constatar cómo el relato de los combates y bombardeos que se realizan sobre la ciudad en medio de la guerra de 1914, son casi idénticos a los relatos presentados por analistas y por escritores, entre los que deseo destacar los relatos de Arturo Pérez Reverte, con respecto a las guerras balcánicas de la década de 1990, que dieron al traste con la moderna, occidentalizada, "científicamente ordenada" y políticamente correcta, Yugoslavia. En un pasaje Andric describe cómo las tropas del imperio Austro-

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húngaro son atacadas por una artillería que es casi fantasmagórica, protegida por las montañas, invisible a los centinelas imperiales y a las avanzadas. La casi exacta descripción del bombardeo sobre las zonas de mercado y sobre las tiendas, los hoteles, los cuarteles y los edificios de administración de la ciudad, los hospitales y las escuelas 7, coincide con las escenas de guerra descritas y vistas en diversos documentales 8 en ciudades como Zagreb, Sarajevo, Tula, Travnik y el mismo Visegrad, como si la novela y sus relatos marcaran una ruta de guerra, un diario de comando.

El núcleo central de la tensión literaria se mueve entre las construcciones y el gobierno del período turco y la modernidad introducida por los austriacos, junto con el surgimiento del nacionalismo serbio. El período turco, en la novela, es caracterizado por el desentendimiento, la represión, los actos brutales ligados al pasado, como el "tributo de sangre", por el que el Sultán ordenaba el reclutamiento anual de niños menores de 10 años para ser islamizados y puestos al servicio de los diversos cuerpos especializados de la guardia, el ejército turco, la burocracia y el servicio directo del Sultán, como ocurrió con el visir Mehmed-Pachá, oriundo de un poblado cercano a Visegrad y quien ordenó la construcción del puente sobre El Drina, como una obra pía, con el fin de apoyar a los viajeros y demás transeúntes del imperio. Esta obra fue además complementada con la construcción de una hostería para viajeros llamada la Hostería de Piedra. Los diversos acontecimientos narrados en la novela, y que abarcan el período que llega hasta mediados del siglo XIX, muestran a los cristianos como héroes que luchan contra un imperio violento y radical, que los persigue por ser cristianos, hablar serbio y no estar prestos a las diferentes acciones requeridas por el imperio.

Tal es el final conclusivo del pasaje donde se muestra cómo Radislav, un campesino serbio de un poblado relacionado con Visegrad, es castigado a morir empalado sobre la kapia del puente, luego de incitar a la rebelión contra su construcción y a la oposición a los turcos 9. La escena es brutal, sobrecogedora, llena de detalles de dolor y crueldad, explicando, como en un manual, el procedimiento por el que se ejecutó el empalamiento. Finalmente, Radislav

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pasó, en la memoria de los cristianos, tanto campesinos como citadinos, como un mártir, a diferencia de la percepción de los musulmanes, que lo definieron como un haiduk, o subversivo o rebelde, que actuaba contra las obras y las intenciones pías del visir. En la dirección de dicho martirilogio y de la liberación de los cristianos contra la opresión turca se cuenta el alzamiento de principios del siglo XIX, en donde la noción de víctimas se iguala a la idea de excluidos, que contrasta el autor, muy hábilmente, con la extrañeza y temor experimentado por los vecinos de estos cristianos, los musulmanes y los judíos, casi todos sefardíes, y que además son presentados como personajes que hablan español, una de las lenguas consideradas islámicas.

Esta novela no sería más que un relato cualquiera, parte de la obra literaria de un Premio Nobel, con el que se distinguió a Andric en 1961, sino fuera porque en medio de las guerras balcánicas más recientes, este relato fue uno de los más vendidos y uno de los elementos más referenciados por los serbios para explicar las motivaciones de sus guerras, en las que los musulmanes de Bosnia-Herzegovina, principalmente, y los judíos en menor medida, eran presentados como invasores, como impostores, como miembros extraños y malditos de una nación surgida del sacrificio y de la unidad de fe 10. En tal condición la percepción, que por ejemplo se puede observar, con respecto a personajes como Slobodan Milosevic, y de otros tantos criminales de guerra serbios contemporáneos, es contradictoria entre Serbia, Rusia, parte de Europa Central y el mundo occidental. Los serbios aparecen en esta dirección como liberadores y mártires dispuestos a liquidar lo que queda del imperio turco en sus tierras, es decir, a sus descendientes, sus posesiones, su cultura, su lengua, sus tradiciones, como sucedió con los incendios y bombardeos de las bibliotecas de Sarajevo y las ciudades bosnias, en las que se quemaron...

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