Rescate de Maquiavelo desde una mirada arendtiana. - Libros y Revistas - VLEX 507488646

Rescate de Maquiavelo desde una mirada arendtiana.

AutorCastillo Cisneros, Mery
CargoAuthor abstract
Páginas69(24)

The Rescue of Machiavelli from the Perspective of Hannah Arendt

Resgate de Maquiavel desde um enfoque Arendtiano

Su desinterés [de Maquiavelo] frente a los juicios morales y su carencia de prejuicios son bastante notorios, pero no dan en el centro mismo del tema: contribuyeron más a su fama que a la comprensión de sus obras, porque la mayor parte de sus lectores, entonces como ahora, estaban demasiado escandalizados para leerlo con propiedad.

Hannah Arendt

Este artículo busca mostrar de qué manera la obra de Maquiavelo se constituye para Hannah Arendt en un elemento teórico fundamental. Arendt realizará diversos cuestionamientos a las propuestas de Maquiavelo, y formulará en sus escritos interrogantes aún vigentes respecto a algunos conceptos defendidos por el pensador florentino. De esta manera, se busca extraer algunas temáticas colindantes (maquiavelianas y arendtianas) de los textos arendtianos para analizarlas y explicarlas. Entre ellas podemos encontrar el concepto de revolución defendido por Maquiavelo y criticado por Arendt, la indiferencia maquiaveliana en torno a los juicios morales, su libertad de prejuicio, la apuesta instrumental de Maquiavelo para la construcción de la república, etc.

Los conceptos de bien defendidos por Maquiavelo son considerados por Arendt como opuestos a los que encontramos en nuestra tradición. Son válidos para el florentino solo en el ámbito humano, y no en el campo de lo público y de la política. En ese campo de la política se da la virtú (1) pero no las buenas intenciones o las bondades. La virtú en conjunción con la fortuna, constituyen los elementos fundamentales para el actuar en la política. Si el momento y las circunstancias señalan que son necesarias las acciones violentas para lograr un cambio en ese plano político, entonces, Maquiavelo justificaba aquellas acciones, cualquiera que fuera su alcance.

Arendt sostiene que el carácter instrumental de la racionalidad defendido por Maquiavelo se encuentra en el campo del trabajo o fabricación, concepto ubicado en el punto medio entre labor y acción. El trabajo es una parte de la actividad humana que genera la producción del conjunto de instrumentos que facilitan la labor al aligerar sus fatigas. Por ello, su valor central es la utilidad, basando su proceder en una racionalidad instrumental de medios-fines. Arendt contradice esta postura en tanto hace la distinción entre trabajo y acción, al ser esta última la propiamente humana, específicamente política y la única que puede dar inicio a un mundo netamente humano.

La acre crítica de Arendt sobre la revolución se dirige de modo fundamental a los revolucionarios del siglo XVII, quienes aplicaron la palabra revolución al ámbito político en tanto entendían sus acciones en términos de restauración del orden de cosas del pasado. La idea de la revolución apuntaba a la instauración de la libertad al fundarse un cuerpo político en el cual tal libertad pudiera aparecer. Considera que la Revolución francesa viró de su búsqueda inicial de la libertad hacia el bienestar del pueblo, que se encontraba en la miseria. Así, el sufrimiento del pueblo, en conjunción con las necesidades insatisfechas, por su imposibilidad de generar un espacio político de pluralidad, se transformó en violencia, de modo que esos "miserables" y "necesitados" se convirtieron en la razón central por la que había que luchar. Debido a la "compasión", los objetivos revolucionarios de obtener libertad se perdieron, y prevaleció el escenario de la necesidad en el espacio público, de manera que este espacio fue invadido por preocupaciones privadas.

En el caso del pensamiento de Maquiavelo el concepto de revolución puede encontrarse de manera implícita en su obra, desde donde realizó llamados al levantamiento y a la sublevación frente a los dominadores. La animadversión de Arendt hacia cualquier tipo de revolución se extiende hacia la pretendida por el republicanismo maquiaveliano.

Para Arendt, la violencia constituye un fenómeno prepolítico y se localiza en el ámbito del dominio de la necesidad, por eso nunca podrá ser elemento constitutivo de lo político. Además, puede señalarse también como un concepto antipolítico, en tanto contradice y destruye los presupuestos de la política. La violencia no debería traspasar sus límites propios--del dominio de la necesidad y la fabricación--ya que al hacerlo acarrea la destrucción de aquello construido concertadamente, el poder, que se encuentra en el ámbito más plenamente humano: el espacio político. De ahí que, cuando la violencia se extralimita, impida la instauración de un nuevo orden político. Arendt restringe las actividades políticas al espacio público de aparición, en donde la libertad, la acción, la participación y la deliberación se han de realizar a plenitud.

Maquiavelo desde Arendt

Dentro del pensamiento de Maquiavelo existen cuestiones que resultan de relevancia y que han sido trabajadas, retomadas y hasta malinterpretadas por muchos filósofos políticos o estudiosos de la ciencia política. Se consideraran solo algunas de ellas, específicamente las que Hannah Arendt de manera explícita expuso a lo largo de algunas de sus obras. Tales conceptos trabajados por la filósofa alemana se encuentran expuestos de manera abreviada en ¿What is Authority? (1993b) y Sobre la revolución (2006), donde en unos cuantos párrafos aparecen puntos esenciales de su apreciación sobre el pensamiento de Nicolás Maquiavelo.

Cuando Arendt señala en los textos citados que el filósofo florentino fue el primero en concebir una 'revolución' y cuya posición es única en la historia del pensamiento político, añade también la indiferencia del filósofo en relación con los juicios morales, así como su 'asombrosa' libertad de prejuicio. Esta cuestión se apoya por la insistencia que, según Arendt, presenta Maquiavelo en cuanto a cómo habría de ser el reino público-político, donde los hombres deben aprender cómo no ser buenos (Maquiavelo, 1976), (2) pero sin dejar de indicar que eso no significa aprender a ser malos. Arendt señala la dificultad de encontrar otro pensador político que haya hablado con tal vehemencia de métodos a través de los cuales sea posible ganar el poder aunque no la gloria (Maquiavelo, 1976, p. 29).

La filósofa alemana afirma que Maquiavelo opone a los conceptos del bien que encontramos en nuestra tradición, por un lado el concepto griego de 'bien para', 'bueno para', lo adecuado y conveniente; y, por el otro, el concepto cristiano de una bondad absoluta que no es de este mundo. Ambos eran válidos para Maquiavelo solo en la esfera de la vida humana, ya que en el campo de lo público y de la política se dan únicamente sus opuestos: inadecuación, lo inconveniente, la incompetencia y el mal. Por ello sostiene que para Maquiavelo la bondad como consistente forma de vida, no es solo imposible dentro de los confines de la esfera pública, sino que incluso es destructiva. En el ámbito público, político, se tiene, por su parte, la virtú como cualidad específicamente humana y política, y no tiene una connotación moral como la virtus romana, ni una excelencia moral como la aretégriega. La virtú maquiaveliana es, según Arendt, la respuesta convocada por los hombres para el mundo, o mejor, para la constelación de la fortuna donde se abre el mundo y se presenta dicha virtú. No hay virtú sin fortuna o viceversa, su armonía indica armonía entre hombre y mundo.

El problema apreciado por Arendt atiende a la separación de esferas sostenida por Maquiavelo, que a decir de ella, manifiesta una separación entre la fe cristiana y la política, principalmente como consecuencia de las vivencias propias del filósofo florentino. Experiencias como por ejemplo la corrupción de la Iglesia propiciaban que las relaciones entre las esferas de la fe y lo político se autodestruyeran y corrompieran mutuamente (Maquiavelo, 1976, Cap. xiii, pág. 15). Sin embargo, para Arendt la grandeza del descubrimiento de Maquiavelo yace en la articulación que realiza entre las experiencias de los romanos puestas en términos de una filosofía griega.

Arendt señala que a Maquiavelo le pareció que la historia y la mentalidad romana dependían de la experiencia de la fundación, de la instauración de un nuevo orden de cosas, que según palabras del autor es "cosa difícil de hacer, dudosa de hacer triunfar" (Maquiavelo, 1976, p. 12). Situación pensada como posibilidad de volver a darse y repetirse la experiencia romana de nuevo, en la fundación de una Italia unificada. Y dadas las necesidades de su momento histórico propone un nuevo cuerpo político, el Estado, introducido como nuevo vocablo y justificado por la concepción tan diferente de lo que sería una Italia unificada en comparación con las ciudades-Estado de la antigüedad.

Para lograr esa fundación, Maquiavelo sabía de la necesidad de la violencia requerida para tener esos nuevos cuerpos políticos, así como para reformar a los corruptos. Por ello, esa fundación era la acción política central, y para lograr ese supremo fin cualquier medio tendría que ser aceptado y justificado, incluyendo los medios violentos.

Arendt entiende que para Maquiavelo ese acto fundacional se refiere a 'hacer' una Italia unificada, de modo tal que la justificación de la violencia se funda en una argumentación que le otorgaba una aceptabilidad inherente. Todo esto hace sospechar a Arendt que la crisis del mundo es primeramente política, y la 'caída de Occidente' que se estaba viviendo es análoga a la caída de la Trinidad romana: tradición, religión y autoridad, así como con el concomitante socavamiento de los cimientos romanos del campo político.

Al parecer, las revoluciones de la edad moderna surgen como intentos para reparar esos cimientos, renovar el hilo roto de la tradición y restaurar por medio de cuerpos políticos lo que, por mucho tiempo, dotó a los asuntos humanos de dignidad y grandeza. Las revoluciones que, según Arendt, vemos como...

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