Propiedad, seguridad y despojo: el caso paramilitar - Núm. 16-1, Enero 2014 - Estudios Socio-Jurídicos - Libros y Revistas - VLEX 492691170

Propiedad, seguridad y despojo: el caso paramilitar

AutorFrancisco Gutiérrez Sanín
CargoDoctor en Ciencia Política, Universidad de Varsovia
Páginas43-74

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1. Introducción

Este texto se concentra en las dinámicas de despojo activo generadas dentro del conflicto colombiano, entendiendo por el término la transferencia planeada y coercitiva de la tierra de algún agente a otro. Mi punto de partida es que tanto el desplazamiento forzado como la acción de desplazar (“mover a alguien o algo del lugar en que está”, rae, 2001) son expresiones demasiado generales como para permitir algún análisis sistemático. Incluyen modalidades muy diferentes de afectación y ataque contra la población civil. Por ejemplo, el combate entre dos grupos armados puede generar grandes oleadas de migración forzada, sin que acceder a la tierra sea el objetivo de ninguno de ellos. En la Tabla 1 resumo algunos de los términos relevantes en el universo semántico asociado a la pérdida de tierra por parte de las víctimas. ‘Desplazamiento’ es el concepto genérico, que incluye a todos los demás. ‘Desplazamiento por enfrentamiento’ es el abandono de la tierra por parte de los campesinos cuando dos grupos armados combaten, generando para las víctimas costos prohibitivos.1 Análogamente, ‘desplazamiento por deterioro’ es el abandono de la región debido a la desmejora en la calidad de vida por la presencia, o algún tipo de actividad, del grupo armado. ‘Desplazamiento económico’ es el abandono de las tierras cuando un grupo resulta afectado por un macro-proyecto productivo, esté o no vinculado con algún grupo armado. En contraste, entiendo por ‘despojo activo’ el acto planeado y consciente de quitar la tierra a alguien, con el fin de redistribuir los derechos de propiedad entre otros agentes. En este tipo de desplazamiento el agente despojador, o alguno de sus representantes, intenta explícitamente apropiarse del predio y la víctima lo abandona porque alguien le exige entregarlo, y/o los papeles que le daban derechos como posesión, usufructo y transferencia. Nótese que con esta definición hago una delimitación bastante radical de mi campo de observación. La propiedad constituye típicamente un “haz de derechos” (ver, por ejemplo, Mendelker, 2003) y por lo que acabo de decir estoy sacando del análisis todas las externalidades producidas por el conflicto armado que puedan afectarlos. Adicionalmente, es fácil documentar (Gutiérrez, en preparación)

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Tabla 1. categorías de desplazamiento

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que los campesinos sufrieron pérdidas masivas en términos de bienes como casas, animales, cultivos, otra infraestructura y mejoras, a manos de agentes ilegales y legales en el curso del conflicto. Pero aquí me concentro en la tierra, en su doble dimensión institucional y física. Nótese asimismo que hay áreas grises y yuxtaposiciones entre cada uno de estos tipos de desplazamiento, sobre todo entre el desplazamiento por victimización y el despojo activo. En particular, el primero puede ser utilizado como un instrumento para llevar a cabo el segundo. Sin embargo, no siempre van juntos.

En este artículo me concentraré en el despojo activo paramilitar. El despojo activo es apenas una fracción del desplazamiento forzado en Colombia, y no necesariamente la mayor. Sin embargo, entenderlo bien resulta extremadamente importante, por razones de política social así como analíticas.

Primero, aunque es apenas un caso particular del desplazamiento, parecería ser en términos cuantitativos bastante significativo. Sabemos que en algunas regiones uno de los objetivos centrales del poder paramilitar fue el despojo, por ejemplo, Urabá, una región todavía bastante desplazadora, fue una de ellas (Ortiz, 2007; Salinas y Zarama, 2012). En el norte del país también hubo transferencias masivas y forzadas de propiedad de campesinos a terratenientes y/o paramilitares. Todo esto no está muy bien cuantificado, entre

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otras cosas porque el Estado no ha coordinado mínimamente sus cifras y carece de un conteo único creíble. Y en las bases existentes los peores registros corresponden a la variable que identifica al autor del delito. Pero muchas evidencias apuntan al carácter masivo del despojo activo. Segundo, concentrarse en el despojo permite entender algunas de las especificidades del conflicto colombiano, así como de la naturaleza de las demandas sociales en alguna eventual situación post-conflicto. Por ejemplo, el Perú sufrió en la década de 1980 una guerra que causó en términos absolutos (y, con más razón, relativos) más homicidios que los que sufrió Colombia en el mismo período, y que también generó desplazamiento masivo.2 Sin embargo, el fenómeno del despojo fue allí prácticamente desconocido. La Comisión de la Verdad peruana no hace referencia a él, ni a ningún acto o término análogo. En el capítulo dedicado al desplazamiento apenas nombra una vez la palabra expropiación, referida más bien a enseres, y cuando se refiere a los victimarios se concentra de manera exclusiva en la guerrilla (principalmente Sendero Luminoso) y el Ejército. Los capítulos que tratan sobre casos de crímenes de lesa humanidad no se refieren ni una vez al despojo. El hecho de que un grupo quite la tierra a los campesinos como parte de su actividad militar simplemente no aparece registrado en los nueve volúmenes de análisis de la Comisión de la Verdad (http://www.cverdad.org.pe/ifinal/). Tal cosa sería inconcebible en Colombia, en donde ese fenómeno tuvo una gran centralidad.

Y esto me lleva al tercer factor que hace que el análisis del despojo sea importante. Muchas de las teorías contemporáneas de la guerra civil parecerían concebirla como si se desarrollara en un vacío institucional: como si al comenzar la violencia dejaran de operar las instituciones (ver, por ejemplo, Fotini, 2013; Kaldor, 2001; Collier, 2000, 2001) y el aparato armado actuara autónomamente con respecto de la sociedad. Los actores armados deciden esto o aquello, de acuerdo con sus necesidades estratégicas (objetivos militares, rutas de narcóticos, captura de rentas, etc.), sin que Estado, diseños institucionales o coaliciones sociales aparezcan en el panorama analítico. Sin embargo, instituciones cruciales como aquellas que regulan y determinan la estructura de la propiedad podrían estar no

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solo en el origen de los conflictos, sino también determinar sus dinámicas y potencial de persistencia, incluyendo los patrones de ataque (usando la terminología de Wood, 2006) contra los civiles.

Cuarto y último, tenemos evidencia de que las dinámicas del despojo han persistido después de la desmovilización paramilitar (usando las mismas técnicas, y a veces involucrando a los mismos actores, que se observan durante el conflicto abierto, ver los textos de Uribe y Rodríguez en este dossier). La comprensión en detalle del despojo podría aportar al diseño de políticas orientadas a generar paz, equidad y desarrollo en el campo colombiano.

Este artículo está pensado como un primer paso en esta agenda. Su proposición principal es que el despojo activo solamente se puede explicar combinando dos dimensiones: las implicaciones militares de la gran propiedad en Colombia, por un lado, y las estructuras organizacionales del paramilitarismo, por el otro. Cuando estos aspectos se ponen juntos, también se pueden entender —y hacer una tipología de— las tres clases de despojo activo paramilitar que parece haber habido en Colombia: estratégico, clientelista y oportunista (tomo este término, en el sentido de violencia ejercida contra los civiles por parte de un miembro de un grupo armado para servir a sus intereses individuales y no a los objetivos del grupo, de Wood, 2009. Para los conceptos básicos sobre patrones de violencia ver 2006, 2009). El primero se produjo para promover los intereses del grupo armado, el segundo, para promover los intereses de redes políticas y de amigos de los comandos y el tercero, para promover intereses individuales (de miembros del grupo, o de personas asociadas a él). En efecto, estas tres categorías tienen áreas de intersección entre sí, pero son analíticamente diferenciables. Un corolario de esta proposición es que el despojo colombiano no es ni estrictamente elitista ni estable. Esto a su vez también podría tener importantes implicaciones de política.

La exposición procede en el siguiente orden. En la primera parte hago un breve esbozo de los aspectos relevantes de las dimensiones de seguridad y militares de la propiedad, en particular de la gran propiedad, sobre la tierra en el contexto colombiano. Dedico la segunda a los aspectos relevantes de las estructuras organizacionales del paramilitarismo. Este fue un fenómeno muy heterogéneo y típicamente localista, pero tiene algunas características en común: incentivos individuales aparte del sueldo para los jefes y mandos medios, y participación significativa de las élites rurales en la dirección. La

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siguiente sección se concentra en los tres grandes tipos de despojo activo: el estratégico, el clientelista, y el oportunista. En cuarto lugar, repaso el carácter inestable de las formas de asignación de la propiedad que resultan del despojo activo paramilitar. En las conclusiones, recapitulo, sugiero algunas conclusiones de política, y hago énfasis en los vacíos de conocimiento que tenemos sobre las dinámicas de despojo activo.

Me concentraré en los mecanismos del despojo activo y en sus diferentes modalidades. Ilustro tales mecanismos con ejemplos concretos, tomados de diferentes experiencias paramilitares. Si...

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