Solidaridad que busca el bien común - Responsabilidad Social y Ética Empresarial - Libros y Revistas - VLEX 356627302

Solidaridad que busca el bien común

AutorHoracio Martínez Herrera
Cargo del AutorDoctor en teología dogmática, Pontificia Universidad Gregoriana de Roma
Páginas89-108

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C apítulo 4

Solidaridad que busca el bienestar social

4.1. La solidaridad

El amor social

La solidaridad es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común (de todos y de cada uno). El bien común es el conjunto de condiciones que la sociedad ofrece al individuo para vivir una vida digna, gracias a sus propios esfuerzos. Ser solidario significa tener compasión frente a las necesidades del otro. La solidaridad es una opción de vida, mediante la cual uno se relaciona con el otro pensando en su bien; es un estilo de vida que es capaz de incluir al otro en la propia perspectiva; es una actitud radical de ayudar a los demás que se verifica en la forma de acercarse a las personas.

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La dimensión social del individuo exige unas relaciones de solidaridad con los otros. La solidaridad constituye una exigencia antropológica en cuanto la realización del “yo”, que sólo es posible dentro de una red de relaciones con “otros”; por tanto, solo la configuración del “nosotros” permite la auténtica realización del “yo”. Todos los seres humanos necesitamos de una integración recíproca.

El ejercicio de la solidaridad parte del hecho del reconocimiento de todos como personas dentro de una sociedad. La solidaridad nos ayuda a ver en el otro -persona o grupo social- un semejante nuestro que necesita nuestra ayuda. La solidaridad supera la mentalidad individualista y busca acciones concretas de servicio social. En este mundo atravesado por toda clase de conflictos, se necesita de una solidaridad que asuma la interdependencia de todos. Todos los hombres deben construir juntos un destino común.

La solidaridad es compasión activa, es búsqueda del bien común. “La pregunta más persistente y urgente en la vida es: ¿Qué está haciendo usted por los demás?” (Martin Luther King).

La solidaridad se construye a partir de la empatía y se hace realidad en el compartir. La empatía ética es la capacidad de sentir y asumir la condición humana como una responsabilidad entre todos, y, por tanto, implica la vulnerabilidad frente a las necesidades de otros. La empatía es auténtica en la medida que se traduce en la disponibilidad para compartir: el estar con se hace el ser para. La solidaridad nace de la gratuidad de la donación de sí que se traduce en la comprensión de la vida como un servicio al otro en la acogida respetuosa. La persona es madura éticamente si toma decisiones teniendo en cuenta las consecuencias sociales.

La solidaridad exige no quedar indiferente ante las necesidades del otro. El otro se me presenta como una llamada, como una exigencia ética que reclama una respuesta. La solidaridad es responder al otro, es responder del otro.

La solidaridad es una actitud de acogida del otro para cuidarlo. La solidaridad es más que estar con el otro: es estar por el otro. La solidaridad es reconocer al otro como alguien.

La solidaridad no se puede reducir a una instancia emocional

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que conlleva sentimientos de horror ante las necesidades de los demás y una proclamación abstracta de principios, pero que no se convierte en un compromiso serio de ayudar a los demás.

La solidaridad conduce a la opción por los más necesitados, ya que en esta preferencia se verifica su autenticidad como empatía y como compartir. El principio de solidaridad debe ser entendido como preocupación por el desarrollo humano de todos con una opción preferencial por los más excluidos. Vivir esta solidaridad es lo que construye la paz. Por eso es necesaria una globalización de la solidaridad. La solidaridad social entre las naciones es necesaria para que todas alcancen el desarrollo.

LEVI STRAUSS & CO.

Robert Haas, sobrino tataranieto del fundador de la empresa más famosa de la industria del vestido en Estados Unidos, se sintió aterrado cuando tomó posesión del cargo de director ejecutivo de Levi Strauss & Co., en 1984. Las ventas estaban declinando, y tampoco daba resultado un programa de cinco años para adquirir otras compañías de prendas de vestir.

En el pasado, la Levi Strauss & Co. había florecido haciendo el bien. Cuando su fábrica original quedó destruida por el gran terremoto de San Francisco, en 1906, la empresa siguió pagando a sus empleados durante la reconstrucción. Y en la Depresión de los años treinta, las ventas se fueron a pique pero no hubo despidos. Ahora Haas se preguntaba si la compañía prosperaría de nuevo sin apartarse de la regla de oro, de pensar también en los demás.

Levi Strass, inventor de los bluyines, fue un judío bávaro que recorrió las montañas de Kentucky en el decenio de 1840 vendiendo de puerta en puerta agujas, hilos y telas. La fiebre de oro en California lo llevó al Oeste, donde le nació la idea de utilizar la lona de las tiendas de campaña para confeccionar pantalones resistentes para los mineros.

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Desde su primera época en San Francisco, contribuyó generosamente a obras de caridad, ya fueran judías, católicas o protestantes. Se le consideraba un hombre justo e íntegro.

Strauss no tuvo hijos, así que, cuando falleció en 1902, un sobrino suyo tomó las riendas del negocio. Hoy, la familia atribuye a Walter Haas, que dirigió la compañía durante la Depresión y en la Segunda Guerra Mundial, el mérito de enseñar a sus hijos y a sus nietos a hacer el bien.

A principios de los años sesentas, antes de que el Congreso de Estados Unidos aprobara la Ley sobre Derechos Civiles de 1964, la Levi Strauss adquirió una fábrica en Blacktone, Virginia, donde los empleados negros estaban segregados. La compañía estableció muy claramente que eso tenía que cambiar. El gerente se opuso a toda práctica de segregación racial dentro de la empresa, a pesar de la oposición de algunos obreros y otras personas de la comunidad.

Durante la década de los sesenta, cuando los bluyines estaban haciendo furor en todo el mundo, la compañía se veía en aprietos para satisfacer la demanda. Pero durante la recesión de 1984, cuando tuvo que cerrar plantas y despedir trabajadores, se otorgaron generosos paquetes de liquidación, amplios beneficios médicos y el financiamiento permanente de programas comunitarios y de causas sociales.

En los últimos años la Fundación Levi Strauss ha asignado varios millones de dólares a las causas preferidas de sus empleados. Figuró entre los primeros patrocinadores de la investigación sobre el sida, y ha financiado estudios sobre racismo, puericultura y desarrollo económico entre los grupos de bajos ingresos.

“Los valores de una compañía son vitales para su éxito en la competencia”, afirma Robert Hass. “No se puede ser una cosa y decir otra. La gente detecta fácilmente a los farsantes. Y no practicarán los valores morales si uno no los pone en práctica primero”.

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4.2. Solidaridad y empresa

La solidaridad y su práctica por la empresa se han denominado filantropía. Por filantropía se entiende la participación de la empresa en actividades de bienestar público. La práctica filantrópica es una toma de posición ética, donde la acción institucional se ejerce responsablemente para construir una sociedad mejor. La filantropía empresarial se suele denominar, también, como responsabilidad social empresarial.

En el “Simposio Internacional sobre Empresa Privada y Responsabilidad Social” realizado en Cartagena en agosto de 1995, se subrayaron cinco elementos que deben caracterizar la actuación de la empresa dentro de su papel social:

El primero es entender que “la empresa es un proyecto productivo pensado como proyecto ético” (Rey, pág. 297). La empresa es una constructora de la sociedad y por tanto debe preguntarse cuál es el tipo de sociedad que desea. La solución a esta pregunta exigirá a la organización un esfuerzo “visionario” que le permita decidir dónde quiere ubicarse en el largo plazo, y a la vez entender que para llegar a esa meta debe construir el escenario adecuado. Es allí, en esa búsqueda donde podrán integrarse la responsabilidad social y la estrategia de la empresa.

En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, “se debe entender a la empresa como una organización involucrada activamente en la configuración de un proyecto de sociedad, partícipe y responsable ante los principales problemas de la sociedad, y que busca nuevas y fructíferas formas de interacción con otros actores sociales sin perder su especificidad, sin perder su naturaleza” (Rey, pág. 297).

En tercer lugar, “se ratifica la necesidad que tienen las empresas no solamente de modernizarse sino de entrar consistentemente en los procesos de modernidad que tienen que ver con la incorporación creativa e innovadora de conocimientos, con el fortalecimiento de la autonomía, la racionalidad y la tolerancia pero también con nuevos modos de actuar, de encontrarse, de sentir” (Rey, pág. 297).

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En cuarto lugar, “la empresa empieza a pensarse como empresa ciudadana, es decir, como agente de cambio en medio de incertidumbres, con visión prospectiva y capacidad propositiva. La empresa concibe estrechamente unida a la generación de riqueza, de prosperidad. Tiene ante sí el reto -más importante aún en estos tiempos de apertura y globalización- de encontrar formas a través de las...

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