Tendencias y estructuras de la participación electoral en Colombia - Radiografía del desencanto: la participación electoral en Colombia - Libros y Revistas - VLEX 829857437

Tendencias y estructuras de la participación electoral en Colombia

AutorYann Basset/Lina Vanessa Guavita
Páginas27-63
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Capítulo 2
Tendencias y estructuras de la
participación electoral en Colombia
Después de dar cuenta del debate en torno al voto obligatorio y
las tendencias regionales en materia de participación electoral,
vamos a proceder con un análisis minucioso del caso colombiano.
Empezamos desde una perspectiva histórica, que trata de precisar
las tendencias de largo plazo que caracterizan el fenómeno en el
país. Seguimos con una perspectiva geográca que mostrará que
los datos nacionales esconden una gran diversidad de compor-
tamientos regionales, desde el índice general de participación
hasta sus diferencias según el tipo de elección. Finalmente, ter-
minamos con un excursus que concierne la cuestión del efecto
de la violencia en la participación electoral. Este tema, propio
del contexto colombiano, merece ser tratado de forma particu-
lar, ya que ha estado en el centro de muchos debates.1 Algunos
observadores relacionan la baja participación colombiana con la
violencia, y hasta las guerrillas solían considerar la abstención co-
mo una prueba de que el régimen carecía de legitimidad popular.
1 Sobre los efectos de la violencia en los procesos electorales y en particular
sobre la participación, podemos referirnos a los mapas de riesgo que presenta la Mi-
sión de Observación Electoral antes de cada escrutinio desde su creación en 2006
(Misión de Observación Electoral 2018).
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Radiografía del desencanto
De este modo, es importante analizar el tema para hacernos una
idea del impacto que ha tenido este factor.
La participación en perspectiva histórica
Para apreciar la evolución de la participación electoral en pers-
pectiva histórica, vamos a centrarnos en tres tipos de elecciones:
las presidenciales, las legislativas y las locales. Desde principios
del siglo , y con el cambio de duración del mandato de las
autoridades locales de tres a cuatro años, que empezó a regir
para los electos de 2003, se estabilizó el calendario electoral tal
como lo conocemos hoy día, con tres tipos de elecciones se-
paradas que se repiten cada una por intervalos de cuatro años:
La del Congreso, primero, que se divide en la elección
simultánea de Cámara y Senado. En la medida en que
las dos cámaras se elijan al mismo tiempo, la tasa de
participación debería ser estrictamente igual, si no fuera
por cuestiones de procedimientos. Como se vota en
urnas separadas para cada cámara, puede ocurrir que
un elector no deposite su papeleta en una de las dos,
lo que lleva a un registro diferente de tasas de partici-
pación. Con todo, la diferencia entre las tasas de par-
ticipación registrada en Cámara y Senado es mínima,
y tomaremos como referencia el dato del Senado. Sin
embargo, vale la pena recordar que la simultaneidad
de la elección de las dos cámaras no era perfecta hasta
1968. Antes de esta fecha, la Cámara se renovaba por
mitad cada dos años, lo que llevaba a la organización
de elecciones “de mitacas” solo para la Cámara y los
cuerpos colegiales locales en el medio del mandato del
presidente y del Senado. Estas elecciones solían tener
una participación mucho menor, en ausencia de las
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grandes contiendas nacionales que se jugaban en la
presidencia y el Senado.
El presidente se elige cada cuatro años, unos dos meses
después de la elección del Congreso. Desde la Consti-
tución de 1991, se adoptó el mecanismo de la segunda
vuelta en caso de que ningún candidato haya obtenido
la mayoría absoluta en la primera vuelta. Este meca-
nismo se utilizó en 1994, 1998, 2010, 2014 y 2018.2
Por otra parte, es importante notar que hasta 1974,
las elecciones presidenciales eran simultáneas con las
del Senado.
Finalmente, las elecciones locales sufrieron más cam-
bios. Hasta 1988, solo concernían los cuerpos colegiales
(asambleas departamentales y concejos municipales),
que se elegían simultáneamente con la Cámara cada
dos años; mientras que los alcaldes eran escogidos por
los gobernadores, y estos últimos por el presidente. En
1988, se realizó la primera elección popular de alcaldes,
y en 1991, la de gobernadores. Ambas se unicaron en
un mandato de tres años a partir de 1994, junto con las
elecciones de asambleas y concejos. Luego, los mandatos
de todas las autoridades locales pasaron a cuatro años,
a partir de las elecciones de 2003, alineándose sobre la
duración del mandato de las autoridades nacionales.
Desde entonces, las elecciones locales se realizan casi
un año y medio después de las elecciones presidencia-
les. Como en el caso del Congreso, las elecciones de
2 Las elecciones de 2002 y 2006 no necesitaron segunda vuelta, porque las
ganó en primera vuelta Álvaro Uribe, con la mayoría absoluta de los votos.

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