Tomás de Aquino, la justicia social y el derecho al trabajo en Colombia - Núm. 24, Enero 2006 - Revista Iusta - Libros y Revistas - VLEX 42350154

Tomás de Aquino, la justicia social y el derecho al trabajo en Colombia

AutorCarlos Alberto Cárdenas Sierra
CargoDocente de la Facultad de Derecho de la Universidad Santo Tomás, adscrito a la línea de investigación "Pensamiento ético, político y jurídico de Santo Tomás
Páginas94-105

El presente trabajo es producto del proyecto de investigación sobre la "Jusfilosofía tomista en diálogo con la jusfilosofía contemporánea".

Fecha de recibido: 6 de febrero de 2006

Fecha de aprobación: 14 de marzo de 2006

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1. El concepto de trabajo

La tradición aristotélico-tomista1 identifica en la acción humana cuatro dimensiones o dinamismos: el comprender (esfera vital de la adecuación de las cosas y el entendimiento que tiene por objeto lograr una visión racional estructurada); el obrar (esfera vital de la vida de relación que tiene por objeto la construcción del carácter); el hacer (esfera vital que tiene por objeto la transformación del entorno); y el comunicar (esfera vital de la interacción a través de los diversos lenguajes). Como el hombre no se desdobla, toda actividad humana actualiza al mismo tiempo estas cuatro dimensiones con énfasis en la que reclama la circunstancia.

La palabra "trabajo" hace referencia al esfuerzo humano aplicado a la producción de las cosas necesarias para vivir bien. La circunstancia general implícita en el significante trabajo es la de la adecuación del entorno. Esto ubica esta actividad, especialmente, en la esfera vital del hacer. Mas, no se trata de una operación desprovista de finalidad, como sucede, por ejemplo, con el pasatiempo. El aspecto teleológico, en la idea de trabajo, direcciona siempre la fuerza humana hacia algo productivo. Algo que redunde en bienestar para el individuo o para todos.

Hay, por lo menos, tres grados de producción y de bienestar: el básico, en donde lo producido tiende a satisfacer necesidades primarias (alimento, techo, vestido, etc.); el lúdico, en donde lo producido tiende a satisfacer necesidades relacionadas con los estados psicológicos de la alegría (juguetes, elementos deportivos, etc.); y el tecnológico, en donde lo producido amplía las posibilidades de bienestar y reduce las distancias comunicativas entre los seres humanos. Los grados de producción-bienestar pueden integrarse como cuando se construye una casa de familia con dependencias de recreo. Es seguro que al lado de este aspecto positivo de estas gradaciones encontramos también el negativo: como la producción de armas. Aquí es donde las otras dimensiones de la acción (conocer, obrar, comunicar) como pesos y contrapesos entran en la escena para regular o reorientar la finalidad del trabajo.

Decimos que el trabajo es actividad consciente que distingue a los seres humanos de los animales o las máquinas porque se trata de una actividad razonada que tiende a la búsqueda del bienestar externo del hombre. Y por esta vía se pueden alcanzar también bienes espirituales.

La búsqueda de fines individuales y colectivos que deben concretarse en cosas que transforman el entorno humanizándolo es lo que distingue al trabajo del juego, del deporte o del "pasatiempo". El trabajo es especialmente actividad transitiva que persigue un resultado externo distinto de la actividad misma. Mientras que el juego, el deporte o el pasatiempo tienen un fin en sí mismo. Actividad exteriorizada y fines se confunden. Se puede decir que estas actividades son improductivas pues no se pretende la transformación o acomodación del entorno a las necesidades humanas.

El encuentro entre el hombre y el entorno natural no ha sido fácil, siempre ha implicado esfuerzo cognoscitivo, actividad fatigosa y aún hasta sufrimiento. Los términos más frecuentes no solamente aluden a la actividad y sus productos, sino que connotan algo penoso, fatigoso, pesado, asociado inmediatamente con la necesidad del descanso o momentos de ocio. Page 95

2. El concepto aquiniano de trabajo

Tomás de Aquino (TdA), hacia 1244, resuelve romper con los intereses feudales (mundo de servidumbre) y asumir los intereses de los burgos (mundo de libertades, trabajo agremiado y comercio), es decir, cuando abandona la idea de llegar a ser abad benedictino y prefiere hacerse fraile dominico, llamado a convertirse en universitario, vocero de las preocupaciones de los distintos gremios, observa nítidamente dos tipo de relaciones de trabajo: la que subordinaba la totalidad de la vida y de la actividad productiva de los siervos (con "capitis deminutio" casi máxima) y la que subordinaba la actividad productiva de los artesanos (protegidos por las "cartas de libertad" comunales).

Es tan importante en ese innovador siglo XIII el nuevo tipo de relación de trabajo entre artesano libre y gremio, que Tomás y su maestro Alberto Magno se sienten obligados a reflexionar sobre el significado del trabajo en la vida humana y sobre las relaciones de justicia entre trabajo y retribución. Ambos se van haciendo conscientes de que la riqueza de las ciudades y de los reinos se va constituyendo no solamente por la abundancia de bienes naturales y de dinero, sino también por el trabajo y sus productos2.

El término latino utilizado por Tomás para referirse al trabajo es "laborare", con todo lo que este término denota y connota de esfuerzo, de consagración, de cuidado, y también de incomodidad y aun de sufrimiento. No obstante, los esfuerzos de quien "labora" no son inútiles: se "labora" para ganarse la vida; se "labora" en el parto y se trae un niño... Escribe en la Suma Teológica3 que la naturaleza no adaptó al hombre a ningún biótopo ni le dio medios de defensa o abrigo como a los demás animales, pero que "en su lugar posee de modo natural la razón y las manos". Poner en acción razón y manos para proveerse, en eso consiste el "laborare", actividad transitiva propia de seres humanos. Aunque la palabra a veces se usa metafóricamente para referirse a fenómenos naturales, los animales (burros, mulas, caballos, bueyes) propiamente no "laboran". Esto implica razón y manos.

Las tendencias básicas -pautas de ley natural- son: la autoconservación, la unión entre los sexos y la educación de los hijos, el conocimiento de la verdad y la vida en sociedad4. Tales exigencias radicales de supervivencia humana implican abundancia y circulación de cosas, que es preciso tomar de la naturaleza (cultivándola) o que hay que crear. Y eso es "laborare". Así, pues, el trabajo implica por naturaleza estas notas: es personal, en cuanto la energía que opera (razón y manos); y es necesario, por cuanto el fruto del trabajo es indispensable a la persona para sostén y desarrollo de su vida con todas sus implicaciones. Por tanto, "laborar", en sentido aquiniano, es ocuparse en hacer algo con objeto de adquirir las cosas necesarias para los usos diversos de la vida y, sobre todo, para la propia conservación.

3. Justicia y trabajo en Tomás de Aquino

La vida social no es posible sin la dinámica de las tres justicias: la general, que convoca a todos los asociados a aportar al "bien común"; la distributiva, que exige repartir bienes personales desde el "bien común"; y la conmutativa, que regula los intercambios de bienes entre las personas. Nadie puede aportar al "bien común" si no tiene Page 96 con qué, si no es sujeto activo de justicia conmutativa; y nadie es sujeto activo de esta justicia si la sociedad no le asegura, por la justicia distributiva, medios de vida o la fuente de esos medios, que es el trabajo. Y el trabajo y los medios de vida no son, en concepto aquiniano, meros "derechos subjetivos" sin objeto concreto ("ius ad rem"): trabajo no es "derecho al trabajo", sino tener efectivamente trabajo; "derecho a la vivienda", no es "derecho a comprarla", sino tenerla. El "derecho" es, ante todo, no una norma ni una facultad-"para" reconocida, sino una "cosa". Tomás explica que "ius" significa prioritariamente "cosa debida" o "cosa justa" para poder vivir. La norma es apenas "medida de cosas", y la facultad es algo que nace de tener "cosas".

Las cosas ("iura"), las cosas justas ("iusta") indispensables para vivir y "vivir bien", según Tomás, están pre-repartidas por el hecho natural de haber nacido como ser humano. Si así se nació, así se debe vivir. Y si así se debe vivir, pues no puede faltar lo necesario para lograrlo ("iura, iusta"). Claro está que cada uno debe buscar esas "cosas" y hacerlas en concreto "suyas". Y para ello debe poder "laborare". Es lo mínimo que la sociedad no puede negar a nadie. Y el "laborare" será el título para que cada cual se pueda convertir en acreedor y exigir que se le dé "lo suyo". El derecho ("ius, iura, iusta") es acto primero; la justicia, que debe dar, es acto segundo. Escribe Aquino: "Siendo el acto de justicia dar a cada uno lo que es suyo, al acto de la justicia precede otro acto por el cual alguien se apropia de algo, ...pues uno trabajando ("laborando") merece que se convierta en suyo lo que el retribuyente le da por acto de justicia"5.

En la época de Tomás, la estatua de la Justicia aún no aparecía con venda sobre los ojos. Era todavía la dama de ojos abiertos del jurista Aulo Gelio (s. II), vigilante de las desigualdades, dispuesta a proteger al más débil. Por eso Aquino pensaba que era preciso flexibilizar las rigideces de la ley con la "equidad"6, atendiendo los derechos naturales de quienes resultaban excluidos de alcanzar "vida buena", porque ni siquiera tenían oportunidad de "laborare". La "equidad" o "epiqueya", por otra parte, exigía atenerse a las situaciones reales de los sujetos de la relación jurídica, más allá de la "lex", pues "el derecho no es la ley, sino la realidad misma" ("ius non est lex, sed ipsa res")7.

Aquino consideraba que el "laborare" debía tener una retribución "justa", lo cual significaba que debía corresponder a la "estimación común" (communis aestimatio) de la opinión pública, que en justicia distributiva recurría a...

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