El ciclo de las invasiones de tierras - - - Política en los márgenes. Asentamientos irregulares en Montevideo - Libros y Revistas - VLEX 800964005

El ciclo de las invasiones de tierras

AutorMaría José Álvarez Rivadulla
Páginas31-62
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El ciclo de las invasiones de tierras
P   ciclo de invasiones de tierras, primero voy a mostrar una
serie de casos, armados con base en el t rabajo de campo, que describen las dis-
tintas etapas del ciclo de invasiones de tierras y los diversos tipos de invasión
prevalentes en cada etapa. He llamado a estas viñetas o casos “ instantáneas”,
porque intentan ser una fotografía que lleve al lector a l lugar y al momento del
que hablan.
Instantánea . Historia de una ocupación irregular (años cincuenta)
El asentamiento irregula r Acosta y Lara, denominado así por el Estado, por
la gente del barrio y los informes policiales de las noticias, adoptó ese nombre
a partir de la calle que bordea el barrio por un costado. No fue un nombre
elegido por los ocupantes sino por otros para identicar un asentamiento
que había permanecido sin denominación por mucho tiempo. Como hecho
curioso, hace muchos años una  comenzó a trabajar ahí, y debido a la
intervención externa fue creada una asociación barrial llamada La Espe-
ranza. Aunque su presidente insistió en que debería usarse est a designación
en lugar de la de la calle para da rle al barrio una identidad menos estigma-
tizada, la gente continuó sin usarlo. Por extraño que parezca, los nombres
de Esperanza o Nueva Esperan za son los más comunes a la hora de bautizar
los asentamientos irregula res en Montevideo, quizás ilustrando la necesidad
que han tenido los ocupantes de encontrar su lugar en la ciudad. En lugar de
signicar desespera nza, para muchos las ocupaciones irregulares adquieren
una connotación de esperanza y de la posibilidad de tener “aspiraciones”
(Appadurai, 2004). El barrio está ubicado en un delgado tramo de tierra entre
la calle Acosta y Lara y u n arroyo contaminado. Saturado de casas, los únicos
espacios abiertos con que cuenta son los pasajes estrechos e irregulares que lo
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atraviesan. A diferencia de la mayoría de invasiones irregu lares en Montevi-
deo, y gracias a la ayuda de la  loca l, sus casas son pobres pero construidas
con materiales sólidos. Sin embargo, la calidad de las v iviendas depende de
la ubicación. Al dirigirnos hacia el nal del barrio que bordea el arroyo, el
paisaje es más denso y pobre. Hay basura por doquier, perros y caballos que
se alimentan de esta, y u n penetrante y putrefacto olor que enrarece el aire.
Para nales de los años cincuenta , el asentamiento estaba conformado por
un grupo de cuatro o cinco ranchos; la enorme mayoría del barrio —com-
puesta por migrantes provenientes de otras partes de Urugu ay— llegó poco a
poco durante los años sesenta. Luis1, de cuarenta y ocho años, presidente del
barrio en el momento de la investigación y trabajador temporal de la cons-
trucción, se mudó a este vecindario con sus padres cu ando era muy pequeño.
Ellos vivían en un barrio formal de trabajadores ubicado en la periferia de
Montevideo, pero él recuerda que no podían pagar el alquiler porque no
tenían trabajos estables. Sus abuelos fueron de los primeros ocupantes que
llegaron alrededor de 1956-1957. Al comienzo, la gente vendía arena para la
construcción que extraía n de los bancos del arroyo, hasta que se exti nguió.
No existía una asociación bar rial en ese entonces. Luis lo describe así:
No, acá no, no había un orden de estructura de decir ¡bueno ta! este es
tu terreno […] no había un límite de nada entonces cada cual venía y
alambraba lo que quería, muchos alambraron mucho y entonces claro
así se empezaron a ancar. Entonces ya te digo empezaron a venir
mucha gente del interior, se venía una familia y esa familia avisaba a
otras familias en esos tiempos: “Venite para acá que en Montevideo
por lo menos hay un poco de trabajo y bueno venite acá que no tenés
que pagar alquiler, vivís en un rancho. […] Mis abuelos […] vinieron
con eso, unas carpas, unos nylon y empezaron a vivir con eso. Después
cuando empecé a vivir con ellos recuerdo que habían hecho todo con
barro y cañas y paja del bañado mismo acá que ahora ya no existe
más […] o sea sacaron todo de acá […] de la misma zona ¿verdad?,
con tierra, barro, todas esas cosas. […] usaban las ramas para hacer
las paredes, con palos y todo y el quinchado de paja entonces eso […]
iban agrandando más la casa y teniendo más abrigo. Ya te digo, cocinar
se cocinaba a fuego. Siempre recuerdo que tenían un horno de barro
que era muy bueno, hacían roscas con chicharrones y esas cosas, tor-
tas, pizzas, […] o sea, la gente se daba mucha maña para eso, para ir
subsistiendo más que nada.
Los nombres de los entrevistados fueron cambiados para proteger la condencialidad
prometida al momento de hacer las entrevistas.
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Luis es un hombre muy articulado y empoderado y, como a la mayoría de
sus vecinos les da vergüenza hablar en público, siempre se apoyan en él para
dirigirse a las autoridades, pues el los sienten que no saben cómo expresarse.
Muchos llaman a este barrio cantegril, debido a que ha estado all í durante
décadas y por su paisaje que es supremamente pobre. El asentamiento está
ubicado muy cerca de una de las áreas más exclusivas de la ciudad, y por
ello sus ocupantes han sido presionados a trasladarse. Dur ante la dictadura,
algunos de ellos fueron reubicados, y sus casas, demolidas. Los vecinos de
los alrededores acusan a los ocupantes irreg ulares de robos, y las tensiones
se han revivido por un homicidio que se cometió hace poco. Los vecinos má s
ricos han protestado con cacerolas en la calle, pidiendo justicia y culpando
al asentamiento. A pesar de que muchos de los ocupantes trabajan para sus
vecinos ricos, la tensión social se siente en el aire. Cas as grandes y ostentosas
rodeadas de cercas de alambre de púas y equipadas con cá maras de seguri-
dad coexisten con carreta s de caballos que entran y salen del asentamiento,
recolecta ndo basura.
Luis reconoce que alguna gente que vive en el asentamiento sí roba, pero
que lo hace dentro del barrio y solo se trata de un pequeño grupo. “No pueden
medirnos a todos con la misma vara”, protesta. Se irrita con ese estigma . Es
difícil denunciar a los ladrones, dice, porque la gente teme retaliaciones en
contra de sus familias. A grega que “es difícil tr abajar juntos” para combatir
este problema. De hecho, ha sido difícil trabajar juntos en muchas cosas,
por ejemplo, en traer electricidad al barrio. Pese a que siempre han existido
vecinos que quieren trabajar por el vecindario, en términos generales las
asociaciones han sido muy frágiles.
Sin embargo, es probable que haya cambios en un futuro, en la medida en
que se está incorporando al asentam iento en el programa de regular ización
estatal. El Estado introducirá el alcantarillado y otros servicios públicos, y
propondrá un mapa distinto del barrio, lo cual implicará la reubicación de
muchos de sus habitantes, tal vez hacia algún luga r situado por fuera de este
terreno, porque ya no hay lugar para todo el mundo. Resta ver cuán exitosos
serán el Estado y la asociación barrial en este proceso y si su intervención
logrará revertir el legado de un asenta miento irregula r.
Instantánea . Historia de una invasión planicada (años noventa)
Villa Libre fue fundada en diciembre de 1995. Un grupo de aproximada-
mente veinte jóvenes y de gente de mediana edad se reunió dura nte casi un
mes en un comedor comunitario ubicado en el barrio El Cerro para pla near
la toma de tierra. El Cerro fue un próspero barrio de trabajadores, famoso

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