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Gotas que agrietan la roca

AutorAntonio Girón Serrano
Cargo del AutorRealizador audiovisual y aprendiz de sociólogo, lleva más de diez años trabajando en la comunicación alternativa, la investigación militante y el cine documental
Páginas27-200
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GOTAS QUE AGRIETAN LA ROCA
Antonio Girón Serrano
Una crónica es un cuento que es verdad.
Gabriel García Márquez
La realidad no solo es apasionante, es casi incontable.
Rodolfo Walsh
1980, la puerta de los vientos
A primera hora del 9 de enero de 1980 un comando especial de las Fuerzas
Armadas ha allanado la sede de Asonalpro (Asociación Nacional de Profesio-
nales Colombianos). No se cuentan, por el momento, datos precisos sobre si
se han producido heridos, víctimas o detenidos. Los hechos tienen lugar en
la ciudad de Bogotá mientras el presidente Julio César Turbay Ayala gobierna
en Colombia bajo estado de sitio. Aún sin estudios superiores, Turbay Ayala
acumula títulos de doctor honoris causa y presos políticos en las cárceles del
país. En las caballerizas de Usaquén el pentotal y la picana eléctrica están a la
orden del día, y sobre el exilio forzado de miles que en algo aprecian sus vidas,
se repite una broma, casi lacónica: el último que se vaya, que apague la luz.
Con su inseparable corbatín y prometiendo reducir la corrupción a sus jus-
tas proporciones, Turbay Ayala ha impuesto desde 1978 el polémico Decreto
1923 o Estatuto de Seguridad. De su aplicación práctica se encarga el ministro
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Héctor Arenas Amorocho y Antonio Girón Serrano
de Defensa y general de las Fuerzas Armadas, Luis Carlos Camacho Leyva. Si
el propósito formal del Estatuto es contrarrestar la interminable lista de movi-
mientos insurgentes que acampan a lo largo y ancho de las selvas y montañas
colombianas, su matriz ideológica respira al ritmo de la Heritage Foundation,
think tank de los conservadores estadounidenses, que en mayo de 1980 supervi-
sa la redacción de los primeros Documentos de Santa Fe,1 en manos, entre otros,
de Roger W. Fontaine, Arthur Tambs —quien en breve ocupará la Embajada
de Estados Unidos en Colombia— y el general John K. Singlaub, fundador de
la CIA y miembro de la World Anti-Communist League. Así, a partir de ahora,
las administraciones de Reagan y Bush, junto con su extensa red de aliados al
sur de la frontera mexicana, acudirán a las tácticas y estrategias de Santa Fe para
frenar tanto excesos democráticos como avances en los movimientos de libe-
ración que se extienden, como en un gran incendio, por toda América Latina.
En el escenario de la Guerra Fría, con el precedente de la Revolución cubana y
después de la entrada en Managua, el año pasado, de las columnas sandinistas,
lo que está en juego es, sencillamente, el dominio político y económico de los
recursos estratégicos de todo un continente.
De los Documentos de Santa Fe emana la conocida “doctrina de seguridad na-
cional”, piedra angular en la formación de los militares latinoamericanos desde
México a la Argentina durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX.
Para ello se cuenta con un singular centro de peregrinación: la Escuela de las
Américas de Panamá, auténtica kaaba de la sabiduría antisubversiva. En sus
instalaciones se ubica, hoy en día, un hotel de la compañía española Sol Me-
liá, quizás porque la fachada de esta escuela siempre ha tenido cara de hotel
macabro, donde instructores de la inteligencia y el ejército de Estados Unidos
adiestraron a más de sesenta mil militares y policías latinoamericanos en ame-
nazar y torturar estudiantes, sindicalistas, profesores o cualquier otro sospe-
choso de cuestionar el inevitable designio de enriquecerse sin medida que las
élites del libre mercado han interiorizado hasta insondables profundidades. Y
como muy bien detallan los manuales de esta escuela del terrorismo de Estado
transformada en inquietante parador turístico, la amenaza es mucho más eficaz
que la tortura. No hay nada peor que tener miedo al mañana.
1 Elaborados en la ciudad de Santa Fe, capital del estado de Nuevo México, estos documentos
y sus sucesivas versiones, desde 1980, han servido como “hoja de ruta” de la política de inje-
rencia estadounidense sobre América Latina.
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Gotas que agrietan la roca
La doctrina de seguridad nacional también puede ser contemplada como lo
que Naomi Klein llama la “doctrina del shock”. Las resistencias sociales a las
políticas económicas de la Escuela de Chicago en América Latina van a encon-
trarse con la violencia desatada por Gobiernos fuertes y autoritarios, sin ningún
escrúpulo represivo. Cuando los “Chicago Boys” de Friedman aterrizan en
Chile para ocuparse de la economía del general Pinochet en 1973, se realizan
las primeras pruebas de un ciclo neoliberal en el que las élites latinoamerica-
nas integran sus fortunas en un sistema económico mundial que crece a una
velocidad jamás vista. Mientras tanto, los Estados se endeudan con el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, eliminan las barreras a las in-
versiones extranjeras directas, desarticulan la intervención estatal en los mer-
cados y los precios, y privatizan los ya de por sí deficientes servicios públicos.
Con la liberalización del sector financiero a mediados de los ochenta, durante
el Gobierno de Margaret Thatcher en el Reino Unido se hablará del big bang
de la economía, de una explosión que lanzará a la estratosfera el dominio del
sistema financiero sobre los factores productivos de la economía. Las ideas de
Von Hayek y Milton Friedman, en un segundo plano durante los años de oro
del desarrollismo y el Estado de bienestar, serán las más firmes inspiradoras de
este cambio de paradigmas que está transformando el rostro del mundo con el
libre mercado como condición imprescindible para el desarrollo económico.
Con la excepción del control de algunas carreteras, las Fuerzas Armadas y el
poder judicial, para el pensamiento económico de la Escuela de Chicago los
demás sectores públicos son mucho más rentables en manos privadas.
En los juzgados de la Colombia de Turbay Ayala y Camacho Leyva, el Chile de
Pinochet, la Argentina de Videla, el Paraguay de Stroessner, el Brasil del gene-
ral Baptista o la Bolivia de la Junta de los Comandantes, se amontonan miles y
miles de denuncias por torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extra-
judiciales. La excepción la pone Jaime Roldós Aguilera, quien llega al poder
en el Ecuador después de casi una década de dictaduras militares. Duplica el
salario mínimo y establece la jornada laboral de ocho horas. Un año después de
formar su Gobierno, el Beechcraft King Air en el que viaja, adquirido recien-
temente como avión presidencial, se estrella contra el cerro de Huayrapungo.
En quechua, huayrapungo significa “puerta de los vientos”.

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