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Signos y realizaciones republicanas en América Latina: líneas gruesas para el diálogo con los populismos

AutorAilynn Torres Santana
Páginas21-41
| 21
Signos y realizaciones republicanas en América Latina:
líneas gruesas para el diálogo con los populismos
Ailynn Torres Santana*
I
Aquí se ha convocado a un debate que recorre las academias de
América y Europa y que incide en las agendas políticas construidas
en el contexto de descrédito –mas no derrota– del neoliberalismo:
los análisis sobre populismo, republicanismo y sus posibles víncu-
los. En este texto me haré cargo, con demasiada brevedad, de –solo–
tres asuntos dentro del campo que plantea ese debate.
De inicio, examino grosso modo los contextos académicos y
políticos en los que reemergen esas tradiciones en Latinoamérica;
sobre ello afirmo que el expediente de investigación republicano es
mucho más discreto que el populista. Siendo así, –frente a lo que
reconozco como una deuda del pensamiento latinoamericano con
el tema– tanteo signos, luchas, despliegues y existencias históricas
republicanas, para lo cual me centro en referencias ecuatorianas
con el objetivo de informar casos históricos concretos. Ese ejerci-
cio parte de una premisa: solo a través de análisis históricamente
situados, es posible intentar leer lazos entre ambas tradiciones. En
segundo lugar, comento las contribuciones de esos argumentos para
pensar los populismos. Al término, repienso las (im)pertinencias
de la fórmula “populismo republicano” para evitar anacronismos y
etiquetas retóricas.
II
El revival republicano en la academia, producido a partir de los 60,
ha promovido la conversión a sus filas de autodenominados libe-
rales, comunitaristas, utilitaristas, etc. y ha elaborado progresivas
* Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Ecuador. ICIC Juan
Marinello, Cuba
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exigencias a un republicanismo entendido como marco totalizante
de análisis:
En la interesada furia de algún que otro converso políticamen-
te urgido, se ha llegado a exigir de todo al republicanismo: que
contribuya a la ‘construcción europea’, que dé un nuevo sen-
tido de lealtad ‘patriótico-comunitaria’ a los ciudadanos, que
forme más ‘capital social’ en la ‘sociedad civil’, que apuntale
al amenazado ‘Estado de Bienestar’... ¡Y hasta que sea com-
patible con la monarquía española o con el regeneracionis-
mo ‘democrático’ del neoclerical Partido de Acción Nacional
mexicano! (Bartomeu y Domènech, 2004: 28)
El marco republicano ha recomenzado, así, a discutirse no siem-
pre con acuciosidad histórica ni política, pero ha permanecido en
el primer plano de discusiones académicas y políticas. En América
Latina, ha sido a inicios del siglo XXI que esos debates ocupan con
constancia las plazas políticas. Mientras hace unas décadas el tema
preocupaba casi exclusivamente a algunos historiadores y a aún
menos filósofos políticos, hoy se escucha hablar de republicanismo
con cierta frecuencia, y se establecen diálogos con procesos de otras
geografías. Ese retorno del republicanismo llega a la región en una
contingencia particular: el despliegue de (neo)populismos o “popu-
lismos de alta intensidad”. Con esas denominaciones se ha llamado
la atención sobre un cambio de época en el que emergieron gobier-
nos “progresistas”, “de izquierda”, o de “centro-izquierda” que –en
explícita alusión a los populismos clásicos– resituaron una agenda
que reivindica el papel del Estado en la regulación de la economía
y la construcción de la nación, construye la política como un espa-
cio polar de antagonismos, y otorga centralidad a los líderes en el
curso político (Svampa, 2015). Dentro de esa generalidad, se han
producido exploraciones más o menos exhaustivas sobre las comu-
nidades y diferencias entre las situaciones (neo)populistas, y sobre
las dificultades del uso de la categoría “populismo” para calificar
experiencias contemporáneas específicas1. Con todo, ciertamente
1 Ese es el caso, por ejemplo, de la experiencia ecuatoriana, que ha apostado por
una política descorporativizadora que contrasta con la línea pro-corporativa
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